martes, 17 de febrero de 2009
UN ARMAO EN TRIANA
ANTONIO BURGOS Lunes, 16-02-09
La Roma que con Julio César nos cercó de muros y torres altas dejó a Sevilla al cuidado de un ciudadano de su Imperio con probada capacidad de mando e indiscutible liderazgo: el capitán de los armaos. Lo propio del capitán de los armaos sería trabajar en el cuartel de la Centuria, o mejor en su cuartelada, que suena más a plaza y a puesto. Mandar las aguerridas y acompasadas tropas del Senatus Populusque Hispalensis, alistadas en la Legio Tertia Macarena para defensa del Sentencia y escolta de la Esperanza, es misión de dedicación plena. Pero como en la Roma imperial ha estado la cosa en los últimos siglos muy achuchada y han recortado los gastos de Defensa, los capitanes de la Centuria se han tenido que buscar las habichuelas en otras dedicaciones, hasta que les llega su anual gloria en la Madrugada soñada por las tropas, clases y oficialidad del Ejército de la Gracia que comandan.
Así ha sido como ha habido capitanes de la Centuria que trabajaban de practicantes, como Antonio Ángel Franco, el famoso y aguerrido Melli, que en el alfonsí Real Hospital de San Lázaro cambiaba a lo largo del año su invicta espada de centurión por la aguja de poner inyecciones. Otros capitanes también eran de la Sanidad Militar de Roma, pero destinados en el puesto avanzado del primer escalón del Hospital de la Macarena en cuestiones de celaduría, como José López Fernández, mítico Pelao que en las paradojas de Sevilla lucía una calva gloriosa como de mármol de busto de senador de Itálica. Capitanes hubo como Pepe García que procedían de la Plaza de la Encarnación, donde tenía su puesto de frutas y verduras, su clientela y su señorío como de lord inglés del atrio.
En esa tradición de los chapuces que tienen que echar durante el año los centurianos macarenos para poder llegar al gozo de la coraza y el desbordado plumerío cuando sus tropas van a recogerlo en la tarde del Jueves Santo, el actual capitán de la Centuria, Ignacio Guillermo Prieto, gánase las habichuelas como director de Viajes Marsans. No creo que haya en toda la plantilla de esa agencia quien le pueda organizar a usted un viaje a Roma con más conocimiento de causa que el centurión Ignacio Guillermo. Quien hasta ahora ejercía ese destino en una oficina que en lugar más propio no podía estar: en la Avenida, frente por frente a la Puerta de San Miguel, por donde entran las cofradías a la Catedral y donde la banda de los armaos le toca la Marcha Real al Sentencia cada Madrugada.
Pero como Sevilla escribe con los mismos renglones torcidos del Dios que parió su Madre de Esperanza, Viajes Marsans le ha dado un nuevo destino al capitán de los armaos, para perpetuidad y culminación de las paradojas sevillanas. Podía haberlo mandado de director a una sucursal de la Cruz Verde, donde cada Madrugada la Esperanza deja de ser de la Macarena para ser arrebatada por Sevilla. Podía haberlo mandado a la Ronda, cabe las romanas murallas que están pidiendo plumas de la escolta y redobles del tambor de Hidalgo. Pero no. Como Sevilla es como es, al capitán de los armaos de la Macarena lo han mandado... a Triana. Y no a cualquier lugar de Triana, al Turruñuelo o al Patrocinio, no. Lo han mandado al mismísimo corazón del Arrabal y Guarda: a la Cava de los Gitanos. El capitán de los armaos es el nuevo director de Viajes Marsans en el número 133 de Pagés del Corro. En esta paradójica Sevilla donde el Pasmo de Triana nació en la calle Feria, el nuevo destino del capitán de los armaos es como una devolución de visita. Espero que los renglones torcidos de Sevilla no me manden ahora al Mudo de Santa Ana a la calle Parras.
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